viernes, 13 de diciembre de 2013

Esta es la primera parte de la pequeña historia :D Espero y les guste


Otro día más en la preparatoria. Entré con la vista en el suelo intentando no llamar la atención; aunque para ser sincero nunca funcionaba, creo que no era buena idea usar sudadera en pleno verano.
Caminé hasta el salón de clases sin quitarme los audífonos y sin hacer contacto visual con nadie. 
Mi lugar me esperaba como siempre. Me senté hasta el final de la fila y me puse la mochila en las piernas. Subí todo el volumen del reproductor y espere a que llegara el profesor.
Cuando por fin terminó la aburrida clase de Historia todos se apresuraron a salir del salón, como siempre esperé a que todos salieran para poder salir yo. Abrace mi enorme libro y caminé en dirección a la puerta.
-Hasta luego profesor, Carlos -Me despedí por cortesía.
-Hasta luego, Christopher.
Caminé rápido hasta el laboratorio de Química; no quería llegar tarde a la clase de la señorita Norma. Era la profesora más grosera y mal humorada de la escuela. Era temida por la mayoría de los alumnos.
Por llevar la vista en el piso choqué con alguien. Levanté la cara lentamente y vi a Alex, él era uno de los chicos más guapos del salón. Era justo en ese momento cuando más odiaba ser gay, enamorarme del chico más atractivo y heterosexual era lo peor que me podía pasar.
-Lo siento… -dije avergonzado.
Sonrió y se encogió de hombros. Pedimos permiso para entrar a la clase que ya había comenzado.
-¡LES DIJE QUE ODIO LA IMPUNTUALIDAD! -gritó la profesora.
-Disculpe, no volverá a pasar -respondió Alex.
-Pasen -dijo de mala gana-. Por llegar tarde ustedes dos -nos señaló con sus delgados dedos- explicarán el siguiente tema.
-Pero profesora… -intenté protestar.
-Para la próxima clase e dicho, y es mi última palabra.
Ambos nos miramos un instante y después nos sentamos. ¿Por qué me pasaba esto a mí? ¿Por qué con él? No pude poner atención en toda la clase por estar pensando en eso; tenía mucho miedo de trabajar con él.
Me alegré cuando sonó el timbre que anunciaba el final de la clase. Guardé mis cosas lo más rápido que pude y caminé hasta la puerta.
-¡Chris!
Me di la vuelta nerviosamente al escuchar la voz de Alex.
-¿Si?
-¿Te parece si nos vemos hoy por la tarde para preparar el trabajo?
-Si, me parece bien, ¿a que hora? -intenté mantener mi voz firme.
-¿Puedes  a las cinco?
-Claro.
-Bien, te veo en la biblioteca del centro.
Asentí con la cabeza.
Esperé a que se fuera para poder dejar salir el gran suspiro que estaba reteniendo en mi pecho. Corrí hasta la salida y después hasta mi casa que estaba sólo a unas cuantas calles de la escuela.
Como siempre, mamá no estaba en casa. Mi hermana mayor estaba en la universidad y de mi padre mejor ni hablo.
Por fin se hicieron las cinco. Estaba en la puerta de la biblioteca -un enorme establecimiento con un diseño moderno, ángulos por todas partes y en enormes ventanas- esperando a que llegara Alex. Me senté en un pequeño escalón y ne puse los audífonos para aislarme del exterior.
Me asusté cuando sentí que alguien me quitaba la capucha de la sudadera.
-¿Cuántas sudaderas tienes? -Preguntó Alex, en un tono burlón.
El llevaba un pantalón de mezclilla negro y una playera de cuello “V” de manga corta del mismo color.
-No las suficientes - mi voz salió más temblorosa de lo que esperaba.
-¿No tienes calor?
-No, casi nunca tengo calor -respondí rogando que no notara lo nervioso que me ponía.
-Eres raro -sonrió de medio lado.
Se veía tan guapo cuando sonreía que hasta me dolía verlo.
Estuvimos varias horas investigando y redactando información en pliegos de papel rotafolio. Me sentía un poco incómodo porque Alex no dejaba de hacerme preguntas.
-¿Cuántas novias has tenido?
-Ninguna -respondí después de un largo momento de silencio.
-¿Por qué? Hay muchas chicas guapas en la preparatoria.
-Mmm digamos que no hay nadie que cumpla con mis expectativas.
Reí pero no por gracia, sino porque cada vez me ponía mas nervioso.
Me alegré bastante cuando vi que por fin habíamos terminado el trabajo. No soportaría mucho tiempo más las preguntas de Alex.
-¿Vendrá alguien por ti? -preguntó cuando salíamos de la biblioteca.
-No, cuando salí de casa no había nadie. Me iré en autobús.
-Yo también. Podemos irnos juntos.
Sonreí.
Alex era muy diferente a como pensaba.  Era amable e inteligente, todo lo contrario a sus amigos, que eran muy groseros y no perdían la oportunidad para molestarme.
Ya en el autobús, Alex se sentó a mi lado; por suerte no preguntaba nada, sólo sonreía. Así pasaron varios minutos.
-Aquí me tengo que bajar, nos vemos mañana -dijo mientras se levantaba del asiento.
-Adiós -fue lo único que pude pronunciar.
Cuando llegué a casa vi a Wen -mi hermana- en la sala.
-Ya llegué.
-Esta bien, ¿terminaste tu trabajo?
-Si, ya lo terminé, ¿cómo sabes lo que estaba haciendo?
-Leí la nota que dejaste a mamá en la cocina.
-Ah… ¿y dónde esta mamá?
Fui a la cocina para avisar que ya había llegado.
-Ya estoy aquí, mamá.
-Si, está bien, ¿quieres algo de cenar?
-No tengo hambre, estoy muy cansado. Lo único que quiero es dormir.
-Mmm bueno, descansa -repuso un poco decepcionada.
Subí a mi habitación y busqué ropa limpia para bañarme. Me quité sin ganas la ropa que sucia que traía puesta y me metí en la ducha. Ver mi cara en el espejo me deprimía, odiaba cada parte de mi cuerpo: mis delgados brazos llenos de cicatrices, mi cara… ¡TODO! Alex jamás se fijaría en mí, no era para nada atractivo… y lo más importante: era hombre. Sin poder evitarlo comencé a llorar, sentí una desesperación dentro de mí, lo único que quería era morir. Sin pensarlo tomé las pequeñas tijeras que estaban en la repisa y corté la piel de mis brazos. El dolor punzante me sacó los pensamientos de la mente, es irónico que necesite sentir dolor para estar bien. Delgados ríos de sangre recorrían todo mi brazo hasta las punta de los dedos, la sangre se diluía con el agua; por más que intentaba no podía dejar de llorar. Finalmente me fui a dormir con ese sentimiento de desprecio hacia mi como era costumbre.
Me sentí un poco decepcionado porque Alex, no me habló en toda la semana sino hasta el día de la exposición. La clase de Química era la última que teníamos ese día  y estaba muy ansioso por que llegara ese momento y poder hablarle.
-¿Estudiaste el tema que nos tocó? -me preguntó.
-Si, me aprendí todo.
-Que bien - me dedicó una sonrisa.
Fuimos los primeros en entrar al laboratorio de Química; pegamos el material al frente y esperamos a que los demás entraran. Cuando comenzaron a pasar mis compañeros lograba escuchar insultos como: “raro”, “anormal”, “inadaptado” y cosas que prefiero no mencionar. Opte por poner la vista en el suelo y fingir que no escuchaba nada. Cuando entró la profesora todos se sentaron y guardaron silencio. En ese momento me pregunté como era que una mujer tan bonita podía ser tan mala e infundir tanto miedo.
Nuestra exposición duró aproximadamente las dos horas de clase. Me puse muy feliz porque la profesora no nos corrigió ninguna vez y sólo asentía mientras dábamos la explicación.
-Muy bien jóvenes, hicieron un excelente trabajo. Aunque fue un castigo por llegar tarde creo que se merecen un punto extra en su calificación final por su esfuerzo. Pueden retirarse.
-Gracias profesora -respondimos al mismo tiempo con una gran sonrisa.
Salió del salón y nos dejó para poder recoger nuestro material. Intenté despegar la parte superior de un pliego de papel y no me di cuenta de que mi manga de la sudadera se había subido dejando al descubierto las heridas de los días anteriores.
-¡Chris!
-¿QUÉ? -pregunté asustado.
Seguí su mirada y me di cuenta de que estaba viendo las heridas de mis manos. Me bajé rápidamente la manga.
-¿Cómo te hiciste eso? -preguntó un poco desconcertado.
Lo mire un momento a los ojos y sólo me encogí de hombros.
-¿Tú lo hiciste, verdad?
Asentí.
-¿Por qué?
Dudé un momento en responder. No quería que me viera como alguien débil.
-Prefiero no hablar de eso -dije finalmente.
Su cara se tornó triste pero ya no pregunto. Guardamos el resto del material en silencio. Quise salir a toda prisa del laboratorio pero…
-¡Oye, espera!
Me detuve y giré para verlo.
-¿Qué?
-¿Es por eso que siempre usas sudaderas? ¿Para ocultar las heridas de tus manos?
-Si…
-¿Por qué no hablar con alguien? ¿Por qué no dices lo que sientes?
-¿A caso no te has dado cuenta de que no tengo amigos? Para lo único que me dirigen la palabra es para insultarme -intenté ocultar el enojo y rabia que luchaba por salir.
-No me di cuenta de que tú…
-¡En esta escuela nadie se da cuenta de nada! ¡Sólo se preocupan por su bien sin importarles los demás!… No se dan cuenta el daño que hacen con sus palabras-dije en un susurro.
Salí del laboratorio a toda velocidad, lo que menos necesitaba era que Alex, se diera cuenta que estaba muriendo por dentro.
-¡Chris, espera! -me alcanzó en la puerta principal-. ¿Puedo acompañarte a tu casa?
-¿Qué? No siempre me e ido solo…
-Pero ya no estas solo -me interrumpió.
Suspiré. Me ponía feliz que Alex me pusiera atención; pero también me dolía porque sabia que jamás me iba a querer de la manera que yo lo quería a él.
-No quieras hacer tu buena obra del día conmigo… seguro buscas algún bien para ti.
-No, sólo quiero ayudarte -repuso dolido.
Puse los ojos en blanco y caminé en dirección a mi casa.Para mi sorpresa, Alex, iba conmigo. Caminaba a mi lado sin decir nada, cada tanto me miraba de reojo para que yo no lo notara, pero ya era experto para saber cuando alguien me estaba mirando.
Me detuve frente a mi casa.
-Aquí vivo -comenté en un tono muy bajo.
-Ah… bueno, entonces mañana nos vemos -me tendió la mano-. Adiós.
-Adiós- dije antes de que se marchara.